Siguiendo con la serie de “Cuando yo era carajillo”, e impulsado por un comentario del buen Yuré en un post de mi amiga Solentiname, les cuento la siguiente historia.
Cuando yo era carajillo, entrando a la adolescencia (nunca he sabido de qué adolescen y por qué ese mote para toda una cohorte generacional), había que cumplir con el ritual de ir a ver una película “Sólo para mayores de 18 años”. No existían en esa época categorías como R, PG-13, XXX ni ninguna playada por el estilo. Las películas eran para mayores de 18, o para todo público. Y cuando eran para mayores de 18, eran para mayores de 18; nada de Brad Pitt bailando pegajoso con Angelina Jolie mientras se tratan de matar y enseñan 2 centímetros cuadrados de piel.
Habían tres o cuatro cines donde las pasaban: el Líbano, madre de toda la pornografía, el Center City, cuna de todo tipo de vicio, y el Coliseo, donde cualquier mocoso que hubiera cambiado la voz podía entrar. Si había algún otro, el Alzheimer me nubla la memoria.
El Center City quedaba en el centro de San José, en una zona donde no era recomendable que un polaquito de 13 años, machito, pecoso, de ojos claros, anduviera. El Líbano se constituía en una barrera tan inmensa como los cedros que abundan en ese país, imposible de penetrar. Así que mi antro fue el Coliseo, que quedaba en la mejor esquina de San José: sobre avenida 7, en la esquina con calle 12, al costado norte del Líbano. Curiosamente, los polaquitos no corríamos tanto peligro por allí.
Ahí fuimos, con un grupo de amigos, a cual más de imberbe, a ver nuestra primer película pornográfica, un sábado en tanda de 3. El título no lo recuerdo, el eslogan publicitario si: “Jacqueline Bisset desnuda de cuerpo y alma”. Jacqueline Bisset... un mujerón, reconocidísima actriz de la época, a quien no describiría exactamente como una actriz porno, aunque había salido desnuda en algunas. Las hormonas no cabían en nuestros cuerpos, ni en los de decenas de otros espectadores bastante mayores que nosotros...
La película empezó, lenta, aburrida. La trama, sinceramente, no la recuerdo. No estábamos ahí para eso. La película terminó, tan lenta como empezó. Si Jacqueline Bisset desnudó el alma, no lo se. Yo tenía 13 años y no lo hubiera entendido, ni me importaba. Lo que les puedo asegurar es que el cuerpo no lo enseñó. En una escena se desnudaba en su habitación, pero en cámaras sólo mostraron su espalda. Se ve más en Ojo de Agua...
La decepción fue total. El público silbaba, arrojaba objetos a la pantalla, reclamaban la devolución de los 5 colones que valía el boleto. Los polaquitos salimos corriendo, nunca nos hubiéramos imaginado que al cine había que ir preparado con huevos, tomates y bolsas de orines...
Cuando yo era carajillo aprendíamos las cosas importantes en la universidad de la vida. Nada de educación sexual para pre-adolescentes. Nada de grown-up talks with daddy.
La boda
Hace 5 días.
3 comentarios:
Buenísimo! Yo agregaría que las hormonas de les desbordaban de los calzoncillos!
And your post proves me right!
Lo que se me desbordó al leer tu excelente artículo (Otrova) fue la nostalgia.
Aún recuerdo el día en que clausuraron el cine Líbano: sentí como si una mano gubernamental me cerrara la bragueta. // Has leído la novela "Los peor" de F.do Contreras? Ubica a sus personajes en la zona roja Josefina y menciona brevemente esos templos babilónicos donde un pezón al descubierto nos nutría de leches eróticas que alimentaban nuestra imaginación.
Yuré,
no la he leído, pero la voy a buscar, ya que tus recomendaciones no decepcionan: anoche alquilé Train de vie, y aunque al final anoche no la vi, empecé a verla hace un rato y ahora interrumpí para almorzar. Voy en la parte en que los gitanos se unen al tren de la vida...
Sole, tenés toda la razón (on both scores).
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