enero 22, 2009

Algunas verdades sobre Gaza

Cuando en el año 2002 Israel lanzó una operación militar en el campo de refugiados de Yenín (Cisjordania) para erradicar una célula terrorista que desde allí lanzaba sus operativos y enviaba sus atacantes suicidas a territorio israelí, el mundo entero acusó al ejército de Israel de haber llevado a cabo una masacre indiscriminada de civiles palestinos. Se llegó a hablar de alrededor de 1.500 muertos, de eventuales acusaciones ante tribunales internacionales contra los líderes de Israel, y de genocidio planificado. Sin embargo, una vez terminada la operación militar, el conteo de víctimas de la invasión israelí disminuyó alguillo: un total de 54 palestinos habían perdido su vida, de los cuales 45 fueron identificados por los mismos palestinos como combatientes armados.

Ahora que Israel lanzó un nuevo operativo militar para detener los ataques terroristas que a diario sufre la población civil israelí, esta vez en Gaza, los telenoticiarios en Occidente llevaban el conteo de muertos como si se tratara del marcador de un partido de basquetbol. El resultado final, al menos el que masivamente ha circulado por el mundo entero, fue de 1.310 palestinos contra 13 israelíes. Ahora que Israel ha dado por finalizado su operativo después de tres semanas de batalla, y habiéndose retirado su ejército de la Franja de Gaza, está emergiendo un panorama similar al de Yenín.

En su edición de ayer miércoles 21 de enero de 2009, el diario italiano Corriere de la Sera informa que de acuerdo con las investigaciones de su reportero Lorenzo Cremonesi, la cifra real de personas que perdieron la vida en Gaza “podría ser no más de 500 ó 600”. Agrega el reportaje que la mayoría de ellos serían jóvenes varones entre los 17 y los 23 años, reclutas que según un doctor del Hospital Shifa entrevistado por Cremonesi, Hamás literalmente envió para ser masacrados. También informa el Corriere de que varios hospitales de Gaza cuentan con grandes cantidades de camas desocupadas, lo cual es incompatible con las cifras de alrededor de 5.400 heridos que supuestamente ocasionó la operación israelí.

Por ejemplo en Rafah, donde Israel puso especial énfasis en el bombardeo de los túneles subterráneos utilizados para contrabandear armas hacia Gaza, y donde por ende se esperaba una gran cantidad de heridos, el Hospital Europeo presenta muchas camas vacías. Similar situación se observa en el Hospital Nasser en Khan Yunis, y particularmente en el hospital privado Al Amal, que tiene únicamente 5 camas ocupadas de un total de 150.

No escribo esto con la intención de restar valor a las vidas perdidas del lado palestino; lamentablemente personas inocentes han muerto como resultado de esta guerra y eso no lo tomo a la ligera. Tampoco es mi intención decir que 500 muertos es una cifra aceptable ó que 1.300 no lo es. Nada más lejos de mi corazón. Lo hago con la intención de que quienes me leen se puedan enterar de una realidad que las agencias noticiosas se empecinan en esconder o incluso tergiversar. Estas revelaciones, por supuesto, no van a recibir la difusión que sí recibieron las cifras infladas de Hamas, repetidas a los cuatro vientos – sin verificación previa – por la Cruz Roja Internacional y por la ONU.

Es imperativo hacer especial mención a la actitud de absoluto desprecio a la vida de los propios palestinos demostrada por la gente de Hamas. Cremonesi reporta haber entrevistado palestinos que confirmaron, entre otras cosas, lo siguiente:

1. Que los terroristas de Hamas tomaban por la fuerza casas habitadas para usarlas como plataformas de lanzamiento de sus cohetes, no permitiéndoles a sus habitantes salir de ellas, a sabiendas de que los soldados israelíes devolverían el fuego de donde lo recibieran. La intención, según lo relató al periodista el Sr. Abu Issa, de 42 años, residente del barrio de Tel Awa, era provocar las muertes de civiles para poder culpar a los israelíes de crímenes de guerra.

2. Que hospitales, escuelas e instalaciones de la ONU en Gaza fueron utilizadas como plataformas de lanzamiento de los cohetes de Hamas, con las intenciones ya apuntadas.

3. Que los terroristas de Hamas obligaban al personal paramédico de emergencias a entregar sus uniformes, y utilizaban las ambulancias para transportar personal armado, pudiendo así escabullirse de los soldados israelíes.

Antes de lanzar la operación Plomo Fundido, Israel soportó ocho años de ataques con cohetes desde Gaza, al tiempo que mantenía conversaciones con la Autoridad Nacional Palestina en busca de un cese al fuego como primer paso, y de una paz verdadera y permanente como meta de largo plazo. Ocho años, centenares de muertos, y miles de heridos después, la ansiada paz nunca llegó. Ante el fracaso del diálogo, a Israel no le quedó otra opción que la militar. Lamentablemente, y como lo dije en mi anterior artículo, la guerra no es bonita y produce muerte. Pero esta fue una guerra buscada por Hamas, organización cuyo objetivo declarado es la aniquilación del Estado de Israel y de los judíos en todo el mundo. Organización de la que, si no respeta la vida de su propia gente, no podemos esperar nada mejor con respecto a los “infieles”.

Hace más de 60 años, cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial y el mundo conoció la magnitud del Holocausto perpetrado por la barbarie nazi, el pueblo judío hizo un juramento muy sencillo: Nunca jamás. Después de ocho años de recibir cohetes asesinos desde Gaza, a Israel no le quedó más alternativa que decir ¡Suficiente! El ejército israelí puede cometer errores, pero es más cuidadoso que cualquier otro cuando se trata de evitar muertes de civiles. Como lo reportó la prensa incluso en Costa Rica, Israel avisaba mediante llamadas telefónicas y lanzando panfletos desde el aire cuando iba a atacar una zona en particular, para dar oportunidad a los inocentes de salir de la zona de peligro. Hamas aprovechó esa información para forzar a los civiles a quedarse. Esa era la estrategia de Hamas, y por Dios que les funcionó a las mil maravillas. Hoy los terroristas de Hamas son los pobrecitos, y el país que actuó en legítima defensa de sus ciudadanos es el agresor.

Los medios de comunicación, la Cruz Roja, y Ban Ki Moon nos deben muchas explicaciones. Mi consejo: compren un sofá bien cómodo, para que no esperen las explicaciones de pie.

© Eliécer Feinzaig

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enero 19, 2009

Ya fue suficiente

El artículo que transcribo a continuación fue escrito por un columnista independiente de Irlanda, llamado Ian O´Doherty. El original puede ser encontrado haciendo click aquí. Hay una única razón por la que lo transcribo, y lo hago en su original en inglés: no tiene desperdicio; lo suscribo en un 100%. EF.

Why the Israeli people have finally had enough
By Ian O'Doherty

So, it's genocide now, is it? Or is it actually another holocaust, something which one typically restrained Palestinian analyst described as "worse than Hitler's war against the Jews"?

Are we watching the ethnic cleansing of an entire people? Are we witnessing the deliberate eradication of a race?

Well, no actually, we're not.

Yet the conventional dinner party wisdom which we've had to put up with in the media, both here in Ireland and generally across Britain, is that somehow Israel is the aggressor in the rapidly worsening situation in Gaza.

Footage of air strikes with the ensuing photogenic explosions and dramatic plumes of smoke, quickly followed by clips of collapsed buildings and enraged mourners, makes far better copy than actually looking at the reasons why Israel has done what it's done.

Anyone who devotes only a cursory glance at the news, both print and television, would be forgiven for thinking that, out of spite, might and malice, Israel has decided to destroy the Palestinian people.

The prob lem with that conclusion -- and it's not something you're going to learn from the BBC and most other outlets -- is that, contrary to the currently popular belief, Israel is actually acting with a ridiculous degree of restraint.

Over the last couple of years, thousands of rockets have been landing on Israeli soil and, finally, they have had enough.

But behind that statistic there is a human dimension which tends to be rather ignored.

I know many people in the southern Israeli town of Sderot and what is remarkable about their stories is not the number or make of rockets which have fallen on them on a daily basis for years, but the psychological carnage this wreaked upon them.

One woman freely admitted to me that she hasn't had a proper night's sleep in more than two years as she and her family now basically live in their bomb shelter and it's hard to tell who she hates more -- the Muslim terrorists of Hamas or the Israeli government which she thinks has abandoned them.

It's a common feeling amongst residents of southern Israeli towns who have been the silent victims of a long campaign of violence, intimidation and murder carried out by Hamas. And now, finally, that the Israelis have said that enough is enough, they are somehow meant to be the aggressors?

There are people of good conscience on both sides of this argument, but one of the main problems in this debate lies in the cowardly tendency of the Western media to apply equivalence to both sides.

Thus, Hamas is seen to be as legitimate a government as the Israelis, and its rocket attacks across the border from Gaza are seen as being part of a yet another, intractable, interminable Middle Eastern dispute.

There's just one problem with that approach -- i t's completely wrong.

Hamas is a fundamentalist Islamic organisation intent on the eradication of the state of Israel and all its citizens; a violent fascist regime that allows honour killings and the execution of homosexuals to continue in its sphere of influence. Bankrolled by Iran, it manages to make even Hezbollah look like a moderate organisation.

But Hamas is clever.

As a friend of mine from Sderot pointed out, one of its favourite tactics is to launch Qassams from Palestinian schoolyards -- while the schools are still in session.

Hamas does this, you see, knowing that the IDF can't immediately strike back (they can vector a rocket launch site within 90 seconds) because the last thing the Israelis need is footage of a devastated Palestinian school with dead kids.

And, over the last week, we have seen carefully manipulated footage of dead civilians, with the fact that they were effectively used as human shields conveniently ignored. When Israel pulled out of Gaza -- ironically, the last battalion of IDF troops to leave Gaza contained some people from Sderot -- they were acceding to international and internal pressure. The doves on the Left said it was to prove to Palestinians that they wanted to give Palestinians independence, the hawks on the Right -- and there are some truly scary right-wingers in Israel, even as ardent a supporter of the country as I am will freely admit that -- prophesied that it would lead to carnage.

And, lo and behold, virtually as soon as the last jeep left Gaza the rockets started. And then the blockade began, and the whole damn mess started all over again.

But there's a bigger picture here, something which Israelis have been trying to broadcast to the world, but which, thanks to their spectacular inability to accurately and sympathetically portray their point of view, has not been properly transmitted. It's this -- Israel is the front line of the war between democracy and Islamic fascism.

Would you rather live in a society with a free press, equal rights for women -- and anyone who knows an Israeli woman will know that they're not easily suppressed, anyway -- equal rights for gay people and a proud and stubborn belief in the right of the individual to lead their life in the way that they see fit or would you rather exist in a society where women who dare to speak their mind are executed, where gay people are not just shunned but murdered and where having a dissenting thought marks you out for death?

The civilian deaths in Gaza are to be mourned, and anyone who says otherwise is reprehensible. But in a sick and twisted irony, they are mourned more by Israelis than by Hamas, who know that every dead Palestinian kid is worth another piece of propaganda.

Here in the West, where we share the same values as Israel, we need to start standing shoulder with this tiny oasis of democracy in a vast desert of savagery.

To do otherwise is moral cowardice of the most repugnant kind.

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enero 16, 2009

La guerra nunca es bonita

La guerra nunca es bonita. Menos en el siglo XXI, cuando podemos ver por televisión las imágenes en vivo, en directo, y sin editar - con suficiente sangre y escombros para satisfacer los gustos más macabros - 24 horas al día y en cualquier idioma.

La actual operación israelí en la franja de Gaza debe de ser analizada en su contexto global, sin dejarnos llevar por las emociones que indudablemente nos provocan las imágenes que las cadenas de televisión deciden transmitirnos. Desde hace unos quince años los palestinos cuentan con autonomía para manejar y decidir sobre sus asuntos del día a día, tanto en los territorios de Judea y Samaria (Cisjordania) como de Gaza. Más aún, hace más de tres años que Israel se retiró de manera unilateral de Gaza, terminando con 38 años de presencia militar en dicho territorio.

Con la firma de los primeros acuerdos de paz entre Israel y los palestinos en 1993, el mundo occidental asistió a la conversión en “hombre de paz” de Yasser Arafat, el legendario líder de la organización terrorista OLP. Por supuesto, después de más de tres décadas de actividad terrorista y varios miles de vidas judías segadas en su haber, el haber estampado su firma en un acuerdo de paz que nunca respetó lo hacía merecedor de un Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado en 1994. Mientras esta hazaña publicitaria sucedía, Arafat fortalecía a diversos movimientos terroristas hacia los cuales desviaba las armas que Europa y el mundo árabe le enviaban para organizar una policía civil. Al mismo tiempo Arafat se convertía - siempre a los ojos de Occidente - en “estadista”, a la vez que desviaba cientos de millones de dólares de ayuda humanitaria a sus cuentas privadas, dejando a su muerte una fortuna cuyo monto nunca ha sido divulgado, pero que la revista Forbes llegó a estimar en $300 millones. Al Jazeera, la cadena de televisión qatarí, tan simpatizante con el nacionalismo palestino, reportó en el 2004 que Arafat poseía hoteles en España, Italia, Francia, Suiza y Austria, que era un accionista importante en las compañías privadas de telefonía celular que operaban en Túnez y Argelia, entre otras inversiones. Algunos llegaron a estimar su fortuna en más de mil millones de dólares.

Tras la muerte de Arafat, sus sucesores políticos vinieron a encontrarse con un Estado en bancarrota, sin los recursos ni las instituciones necesarias para un buen gobierno, y una miríada de organizaciones paramilitares con poderes superiores a los de la policía civil. Esto provocó que las divisiones internas de los palestinos fueran más profundas que nunca antes. Israel se retiró unilateralmente de la Franja de Gaza en agosto del 2005. Poco tiempo después, en el 2007, sucedió lo que era de esperar: Hamas, una de esas organizaciones terroristas favorecida por la generosidad del Nobel de la Paz, tomó por la fuerza el poder en Gaza, creando para efectos prácticos dos entidades separadas: Cisjordania, gobernada por Al Fatah, y Gaza, controlada ahora Hamas.

Durante años, Hamas ha aprovechado su posición en Gaza para lanzar casi a diario misiles hacia el sur de Israel, donde cerca de un millón de sus ciudadanos residen en el área de impacto de los cohetes terroristas. De hecho, en los tres años y cuatro meses transcurridos desde que Israel se retiró de Gaza, los terroristas palestinos han disparado más de 6.500 cohetes hacia Israel, prácticamente sin que los medios de comunicación colectiva tomen nota. Sólo en el 2008 fueron disparados más de 3.200 cohetes desde Gaza. Una vez que el cohete es detectado en el aire y es activada la alarma, los ciudadanos israelíes tienen 15 segundos para buscar refugio. A lo largo de los años, los heridos se cuentan en los miles y los muertos en las decenas. Estos cohetes nunca han estado dirigidos a instalaciones militares.

Israel es el único país del mundo que tolera semejante amenaza durante casi ocho años, y también es el único país al que el mundo exige no defender a sus ciudadanos de semejante agresión. Ya quisiera ver yo a Sarkozy, que anda tan activo buscando el cese al fuego en el conflicto actual, mostrando la cautela y la mesura que ha mostrado Israel a lo largo de todo este tiempo si un país vecino – digamos para efectos del ejemplo Alemania – empezara a disparar misiles hacia una ciudad francesa cercana – digamos Estrasburgo. La doble moral para evaluar las acciones israelíes es, lamentablemente, la norma y no la excepción.

Hace seis meses se logró negociar, con la intermediación de Egipto, un cese al fuego entre Israel y Gaza que brindó cuatro meses de relativa calma en la frontera común. En las últimas seis semanas de la tregua pactada, Hamas volvió a sus correrías, y los ciudadanos israelíes regresaron a los refugios. Cuando la tregua acordada caducó el 19 de diciembre, Hamas manifestó de la manera más clara posible - con palabras y con misiles - su intención de no renovarla. En la semana que transcurrió desde el término de la tregua hasta el inicio de la operación militar israelí, fueron disparados alrededor de 200 cohetes desde Gaza hacia el sur de Israel. Lo que ha sucedido desde entonces es la triste pero predecible secuencia de eventos que dicta la macabra lógica de la guerra.

Habiendo tenido los palestinos todos estos años para gobernarse a su gusto, llama poderosamente la atención que sin haber regresado a sus bases los aviones israelíes en su primera misión el 28 de diciembre, ya los supuestos 'moderados' entre los palestinos, como Hanan Ashrawi - ex Ministra y compinche de Arafat - habían inundado la pantalla de la televisión asegurando que la causa y la culpa de todo cuanto sucede en el Medio Oriente es de la ocupación israelí. Nadie pareció notar, al menos no en los medios de comunicación, que hace más de tres años que cesó esa ocupación en Gaza, y que los palestinos, en vez de dedicarse a trabajar para progresar, han seguido atacando a Israel en cada oportunidad que han tenido.

De igual manera, decenas de organizaciones “humanitarias” y de “derechos humanos” – de esas que NUNCA han clamado por los derechos de los israelíes que a diario y hasta en épocas de tregua deben de convivir y morir con los cohetes y los ataques suicidas palestinos – condenan al unísono la acción militar israelí sin siquiera detenerse a analizar las “pequeñas diferencias”: mientras que Hamas busca matar la mayor cantidad de civiles posible, Israel intenta atacar objetivos militares y procura minimizar el número de víctimas civiles. Esto último no siempre es posible, por la costumbre terrorista de Hamas, al igual que Hezbolá, de enclavar sus instalaciones en zonas residenciales justamente para proveerse de un escudo humano. Algo que curiosamente si han reportado varias agencias noticiosas es el hecho de que en la actual incursión el Ejército de Israel se ha tomado la molestia de llamar a civiles palestinos para informarles que en su zona habrá un ataque, dándoles tiempo de alertar a sus vecinos para que tomen los recaudos necesarios, y renunciando al elemento sorpresa tan importante en toda acción militar.

Esta es la triste realidad del pueblo palestino: secuestrado por un liderazgo terrorista sin ninguna inclinación ni preparación para hacerle frente a las obligaciones de la administración civil, y más interesado en echarle las culpas de sus propios errores a una ocupación hace rato inexistente, que en ponerse a gobernar para resolver los problemas de su pueblo. Como lo dijera Golda Meir hace ya varias décadas: la paz no será alcanzable mientras los árabes odien más a los israelíes de lo que aman a sus propios hijos. Esta vez no es la excepción.

© Eliécer Feinzaig

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