Este es un post alegre, no se dejen engañar por el tema. Hoy se cumplen cinco años de la muerte de mi tata, según el calendario gregoriano. A decir verdad, no me había caído la peseta sino hasta hace cinco minutos, porque en nuestra tradición marcamos el aniversario de acuerdo al calendario judío, y todavía faltan algunos días. Sin embargo, desde su muerte hemos ido encontrando, de a poquitos, y casi siempre alrededor de fechas importantes, escritos de mi viejo que revelan una inclinación literaria que en vida nunca hizo pública. El primer día de la madre después de su muerte, apareció un poema de amor dedicado a mi madre, escrito cuando ya el viejo se veía venir su final. Hace un par de años, cuando mi sobrino mayor, el primero de los nietos de mi tata, estaba a unos días de graduarse del colegio, apareció un poema escrito cuando el carajillo habría tenido tres o cuatro años y le dio por llamar a mi tata por su nombre de pila, costumbre que por cierto siguieron todos los nietos posteriores. La semana pasada mi mamá se encontró una carta que mi papá escribió en 1951, cuando con 19 años se fue a estudiar a Estados Unidos, después de haber completado un año de dentistería en Costa Rica . Hoy me dio una fotocopia. No había caído yo en cuenta que hoy era el aniversario cuando me la leí, y las carcajadas que me arrancó no pueden ser producto de la mera casualidad. Como lo dije en un post anterior, es bashert, que es una forma de decir en Yidish que algo estaba destinado a ser, no es mera casualidad, no es necesariamente un acto divino, es algo que simple y complejamente a la vez, tenía que ser. Mi papá quería que hoy me riera y no llorara, así que de alguna manera se las ingenió para mandar esa carta hace 54 años y que a mí me llegara hoy. Aquí les voy a transcribir partes de la carta.
Es interesantísimo ver el mundo a través de los ojos de mi tata joven. La cosa no es sencilla. Mi papá nació en 1931, el primer niño que nació en la comunidad judía ashkenazita de Costa Rica. Es decir, fue el primer “polaquito” nacido en Costa Rica. De padres provenientes de un pequeño pueblo en Polonia, que llegaron a Costa Rica con lo que traían puesto y pare de contar, sin mucha “experiencia de mundo” excepto la que forzadamente recibieron al elegir salir de Polonia e irse a un pequeño país que ni sabían cómo se llamaba. Entonces tenemos un carajillo tico modelo 1931, de clase media baja, saliendo del país por primera vez, y viendo por primera vez una serie de cosas que evidentemente en su mundo no existían: aviones de cuatro motores, edificios de más de un par de pisos, alfombras (ni siquiera tenía una palabra para nombrarlas), etc. Agréguenle a eso el bagaje cultural de ser judío en el trópico, recién terminada la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, de venir de un hogar humilde pero con ansias de superación, y abróchense los cinturones porque es un ride interesantísimo. Aquí les va. Por cierto, hay algunas frases en Yidish, pongan el cursor sobre ellas para ver las traducciones (y si se me escapó alguna, por favor avísenme).
“A las dos de la tarde entramos a una isla de Cuba que se llama Isla de Pinos. Esa se ve muy fea desde arriba. Pero cuando a las 2:35 entramos a Cuba la cosa cambió. Ustedes no se pueden imaginar qué bello es eso. Desde arriba se ven las fincas como cuadritos de un tablero, unos de color rojo, otros amarillos. Casi todo está sembrado de caña, viéndose de vez en cuando un ingenio, pero bien grande. Como 10 minutos antes de aterrizar nos cogió una tormenta. Eso sí que es feo. Los rayos suenan muy duro, la lluvia golpea el avión y no se ve nada. Por fin a las 2 y 45 el avión comenzó a descender y aterrizó en el aeropuerto que se llama Rancho Boyeros. Allí fue cuando comencé a vivir una gran vida. El aeropuerto es enorme, pero un poco sucio. Ahí vi por primera vez los aviones de cuatro motores. Vieran que bulla hacen los chingados para elevarse; en Cuba hace algún calor, la gente no usa saco y hablan un castellano que a broj zol zai trefn, no se les entiende casi nada. En ese aeropuerto anduve paseando de arriba abajo, de manera que lo conocí bastante bien. Por cierto que fue allí cuando comencé a hablar inglés pues en ese idioma le pregunté a nuestro piloto, un gringo, que si iba a haber tormenta en el viaje de Cuba a Miami y entonces me contestó el desgraciado así: don’t be afraid, the weather is good, I like it very much (no tenga miedo, la tormenta es algo bueno, a mi me gusta mucho) ¿Han visto un nevaile así? Después de estar 20 minutos en Rancho Boyeros nos volvimos a montar al chunche, pues el avión en que yo iba comparado con los que se ven aquí es una alpargata vieja. El avión se elevó y comenzamos el vuelo a Miami. En este trayecto no se por qué el avión se eleva muy alto, casi como 4.000 pies. Después de viajar como ¾ de hora se ven las islas de Cayo Hueso, donde va Mr. Truman a pasar sus vacaciones. ¡Mamá! No se imaginan las maravillas que se ven allí. Todas las islas que son bastantes están unidas por puentes que tiene cada uno unos 20 a 30 kilómetros; están por supuesto tendidos sobre el mar y se ven preciosos. Ah, la hora en Cuba es diferente. Hay 1 hora de diferencia. Allí en Cuba arreglé el reloj. Por fin, creo que a las 5:45 hora de Miami aterrizamos en su aeropuerto. Miren, el de San José que es lindo, el de Cuba y el de Guatemala juntos sólo hacen la mitad del aeropuerto de la Pan American en Miami. Cada compañía tiene su aeropuerto propio, y adjunto al aeropuerto están los talleres de cada compañía, de modo que ya se pueden imaginar lo grande que es aquello. De las pistas de aterrizaje ni hablar: hay como 20, todas pavimentadas y muy largas. Ahora verán. Al viejo que venía a la par mía lo estaba esperando el Cónsul de Costa Rica, un Dr. Gallegos que es dentista. Como yo era su compañero de viaje entonces fui presentado a ese cónsul, un hombre muy elegante y muy atento que se alegró mucho con hablar con un estudiante de dentistería. En la Aduana esperé un poco hasta que me llamaron para revisar los papeles. Aquí la cosa se puso un poco seria; me revisaron todito, hasta me leyeron unas notas que yo había ido tomando durante el viaje. Por último me dijo que sólo podía darme una permanencia por 3 meses. Ij ob em geshikt in drert aran y fui a que me revisaran las valijas. Óiganme bien, pagué como seis dólares por los regalos así es que tienen que cobrárselos a los viejos de esta manera: $1.80 por cada cartera de cuero de lagarto y $1.15 por la blusa de la macha. Por los zapatos de Fiszman no pagué porque no los vieron. Por los zapatos de Yenta creo que 1 dólar y medio.
Se me olvidaba decirles que a la vez que me presentaron al Cónsul de Costa Rica, me presentaron al jefe de la LACSA en los E.E.U.U. A este hombre ya yo lo había visto en San José. Me ayudó muchísimo en la aduana y por último agarró mis valijas y las metió en su propio carro y me dice: venga lo voy a llevar a un hotel. Así es que fui como la gente en un Plymouth 1951 del aeropuerto al Hotel. Óiganme bien, el Hotel Miami es un Hotel muy sucio y de pura gente baja. Eso me lo dijo el cónsul y luego yo lo vi. El jefe de la Lacsa entonces me llevó a su hotel y que hotel. Se llama Fort Knox Hotel, es lujosísimo y muy barato. Me cobraron $3 por el tiempo que estuve allí. Allí pasé unas horas como la gente. Mi pieza tenía baño con agua fría y caliente, una cama que vieran qué suave, el piso de la pieza no es de madera sino que está forrado completamente con una tela especial. De modo que cuando uno camina parece que va sobre plumas. Apenas llegué como a las 7 de la noche, y que está muy claro pareciendo que fuera de día, me bañé con toda la pata y luego bajé para preguntar adonde estaba la estación de trenes. A propósito en el Hotel ya no me quedó más remedio que hablar puro inglés. Cuando me hubieron explicado le di gracias a Dios pues la estación quedaba como a cuatro cuadras al este del hotel. Me fui caminando y a la vez admirando las bellezas de Miami. Esta ciudad es lo más precioso que he visto en mi vida. Es un verdadero paraíso, las calles son anchísimas, todos los negocios tienen luces fluorescentes y tubos neón. La ciudad de noche es como de día. Cada 5 pasos hay un restaurant en donde venden cosas riquísimas. Hay edificios de 30 pisos (yo conté los pisos de la Corte de Justicia de Miami). Hace algún calor. Sin embargo bastantes edificios tienen aire acondicionado. Con ese aire se refresca el ambiente de modo que hasta da frío. Fui a la estación y preguntando llegué a una ventanilla en donde me cambiaron el papelillo que traía de San José por mi tiquete, habiendo tenido que pagar $1.15. Allí me dieron la hora de salida de Miami y de llegada a New York. Hecho eso entonces fui a poner los telegramas. Aquí para eso hay unos teléfonos con una cajita al lado. Se llama y entonces contestan de la Western Union. Se dicta el telegrama y entonces le operadora le dice cuanto tiene que echar en la cajita que está al lado. Pues bien, con mi geargeter english le hice un enredo a la operadora que al fin me dio la dirección de la Central de la Western y me dijo que mejor fuera allí. La dirección era Flagler Str. 32W. Pues bien, me puse a buscarla y después de caminar como media hora llegué y puse mis telegramas. Me costó en total $4.05. Ya eran como las 10 de la noche y yo no había comido, de modo que entré a un restaurant. Como yo no sabía que pedir americano, pedí 2 hot-dogs y 2 coca-colas y me las tiré en menos de un minuto. Cada hot-dog cuesta quince céntimos y la coca-cola también. Después de eso volví al hotel, le dije al viejo que estaba allí que me despertara a las 7 y 30 y me fui a dormir. Casi no dormí. Ah, cada cuarto tiene su teléfono, y es por medio del teléfono que lo despiertan a uno. También telefoneé a la vieja Feigenblat, la cual se alegró mucho de oírme a la vez que preguntó por ustedes. A las 7 y media del sábado, 6 y media de San José, me despertaron. Me bañé con una agua sabrosa. Aquí la corriente es tan fuerte que si uno abre un tubo con toda su corriente le puede golpear la cara. Luego bajé, me fui a un restaurante cubano que queda cerca y desayuné por 29 centavos. Luego tomé un taxi a la estación que me cobró 30 céntimos.”
Mañana: el viaje en tren y la llegada a Nueva York.
La boda
Hace 6 días.
2 comentarios:
¡Qué banquete has vuelto servir en la mesa de tu diario! No te imaginas cómo degusto el género epistolar, en especial si es un "bocato di cardinale" en que la carta trasciende la neblina del tiempo.
Puede ver clarito el family resemblance en tantas cosas. Me hubiera gustado mucho conocer a tu papá y pedirle que me contara en vivo sus historias, aunque al leerlas sienta una voz que me las cuenta, con todos los tonos, la gracia, todo.
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