agosto 28, 2005

Cartas de mi viejo: el viaje en tren

Esta es la continuación del post de ayer, así que antes de proceder recomiendo leer la primera parte para ubicarse en la historia.

“El tren es algo maravilloso. Los carros son anchos, completamente cerrados y tienen aire acondicionado el cual los hace muy frescos. Tienen un cuarto para hombres, otro para mujeres, con toda la pata. Me puse cómodo y me dispuse a emprender el viaje a New York. A propósito, el tren tenía 22 carros iguales, con un carro para fumar y 2 carros comedor más lujosos que cualquier restaurant lujoso de San José.

Ahora le hablo a usted mamá, después de haber visto lo que he visto creo que esto es lo que a usted le hace falta; véngase pero véngase pronto. Ya verá que bien se pasa aquí. Dígale al viejo que no joda y se venga también. Esto sí que es vida.

Me monté en el tren y este salió a las nueve y media. En el tren conocí a un viejo de Santo Domingo que iba con su esposa y dos hijos para Nueva York a pasar sus vacaciones. Resultó que era médico, así es que ya se podrán imaginar todo lo que hablé de medicina con él. Vieran que viejo más bien preparado y yo por supuesto me di la gran lucida. Pues como yo tengo fresco los conocimientos de anatomía y fisiología puedo hablar con un poco de libertad en ese asunto. Ellos me trataron muy bien y hasta abrieron una caja con galletas y me dieron. Conocí además una señora que se sentó a la par mía en una estación que se llama Daytona Beach. Resultó que era judía e iba a Washington al entierro de una hermana suya. Por cierto una señora muy interesante que me resultó filósofa pues me estuvo hablando como seis horas de un montón de yeguadas, que la vida es esto y que la vida es aquello y yo que se que más. A propósito, aquí me vi a pelitos con el idioma pues la vieja no quería hablar en yiddish porque decía que en el Sur de EE.UU. había mucho antisemitismo. De modo que tuve que hablar inglés a como hubiera lugar. Allí aprendí muchas palabras. Imagínense que para llegar al coche comedor tuve que pasar como por 12 carros primero y luego hacer una cola como de media hora. Aquí si no me gustó el asunto, pues eso de hacer cola para comer en Costa Rica es cosa de babosos. Allí pensé que si hubieran ido conmigo unos cuantos compañeros de C.R. hubiéramos hecho un buen molote en la cola y así entrar más rápidamente al coche comedor. Pero estos gringos son muy ordenados. Si hay que hacer cola la hacen aunque tengan que esperar 1 hora. Allí fue cuando por primera vez me dio un poco de cavanga pensando en los ahora tan queridos bochinches de Costa Rica. El almuerzo y la comida me costaron como $2.50 juntos.

No hay que hacerse una idea equivocada de este país. Aquí se ve de todo. Por ejemplo, en el camino que hice se ven ciudades grandes y bonitas como Jacksonville y se ven pueblos que son peores que cualquier tugurio de San José, que tienen una luz peor que la de Cartago, con gente sucia y a la larga hambreada. El camino, o será la línea férrea es lo mismo que en Costa Rica, sólo que en lugar de 1 línea hay 2, 3 y a veces 4 líneas una a la par de la otra. La primera estación que pude ver bien porque me bajé a tirarme un fresco fue Savanah Georgia. A los chinos qué estación más grande. En esa ciudad hay un barrio de negros tan bonito como nuestro barrio en San José; con casas limpias y bien ordenadas. Esto era a un lado de la línea, pero del otro vi unas casas que las del barrio Keith son palacios a la par de esas. Así fueron pasando las estaciones hasta que llegó la noche. Entonces pasó un negro con almohadas vendiéndolas no a dos reales sino a 35 céntimos pues ya las subieron. Esa noche dormí muy poco aunque lo hice como por 4 horas. Me desperté a las 5 y cuarto e inmediatamente me fui a cambiar la ropa que llevaba por el vestido claro. A las 6 llegamos a Washington en donde me bajé y desayuné. Mamá, viera que la leche aquí casi no se vende en botellas sino en cajas especiales de cartón encerado. La leche es pasteurizada, homogenizada y vitaminizada con vitamina D. Es muy sabrosa. Allí en Washington comí el primer verdadero sandwich en los EE.UU. ¡A los diablos! Son muy grandes y ricos. Washington es de veras lindo. Allí vi la tumba del soldado desconocido. Palabra de honor que yo deseara que me enterraran en una tumba así cuando estire la pata. Vi el Capitolio y un montón de carajadas más igual de lindas y grandes.

No crean que aquí el viaje es diferente, no, es igual que viajar a Puntarenas, igual igual, sólo que el tren viaja casi todo el tiempo en línea recta y en terreno plano pues no hay montañas. Lleva una velocidad fantástica (ahora escribo con otra pluma pues se acabó la tinta de la mía). Decía que el tren va rapidísimo, como a 100 millas por hora o tal vez más.

Después de Washington pasaron Baltimore, Filadelfia y Wilmington. El tren pasa por los suburbios de cada ciudad de esas de modo que hay que verlas de larguito. Sin embargo se ve que son enormes pero algo sucias. Ustedes saben mis viejos que yo tengo algo de preparación como para poder juzgar de estas cosas, y yo digo que San José es el doble de limpio que Filadelfia o New York.

Bueno, don Luis, ahora viene lo más interesante que es la entrada a New York. Pongan mucha atención. Como por tamaño, ni hablar. Es realmente enorme todo. A las 11 y 30 de ayer exactamente, o sean las 9 y 30 de San José el tren entró en Pensilvania Station. Mamá, hay que ver para creer. Esto es como medio San José. El tren antes de parar camina unos 15 minutos dentro de la estación. ¿Es grande no? Sin embargo no me gustó porque como está bajo tierra es muy oscuro. Allí me sentí como a griner nevaile. Vieran que solo y triste me sentí allí, no hallaba para donde coger. Estuve un rato parado hasta que pensé que la calavera es ñata, que si yo no caminaba nadie me iba a llevar. Así es que saqué valor no se de donde y fui por donde iba todo el mundo, hasta que llegué a esas (y permítaseme la palabra) pedazos de mierda escaleras que se mueven. Ay Dios Mío que susto me di pues esas condenillas primero son planas y luego se quiebran de modo que casi me caigo. Cuando llegué arriba no había dado dos pasos cuando me cayeron encima un montón de viejos que comenzaron a darme abrazos y besos. Cuando se separaron un poco entonces pude darme cuenta que era la familia que me estaba esperando y que apenas llegué me cayeron como chapulín. Vieran qué felicidad tenían.”

A griner nevaile: literalmente, una bestia verde. Griner (verde) era una forma algo despectiva que usaban los judíos que llegaron a Costa Rica antes de la Segunda Guerra Mundial para referirse a sus paisanos que llegaron después de la Guerra.

Mañana: La familia y primeras impresiones de Nueva York.

3 comentarios:

Solentiname dijo...

Insisto es que tu ingenio y tu chispa tiene algo de herencia. Me encanta! Es efecto pareciera bashert eso de reconstruir de apoco información, como lo que le pasó a Víctor. Buenísimo lo de las "yeguadas filosóficas" y "la calavera es ñata"... jejejejejeje

ilana dijo...

Con respecto a la historia, siempre me han fascinado las bitácoras de viaje, y me siento un poco como voyeur espacio-temporal (y me agrada tanto). Yo crecí cerca de Filadelfia y hasta hace pocos años la descripción "filthadelphia" le quedaba justa a la ciudad como bien señaló tu papá... por cierto, tiene razón Sole que el estilo narrativo parece ser heredado...

L. YURÉ dijo...

También me identifiqué con la elegante descripción geográfica de la fisonomía norteamericana: el segregado sur y esa confusión que se siente en la estación de trenes de Nueva York. Me hicieron reír la picardía e inocencia con las que describe las escaleras eléctricas. Casi no puedo esperar para leer sus impresiones sobre la familia neoyorquina.