Mi nombre es Víctor Radczynski. Tengo 27 años, nací en Costa Rica, y soy judío. Mi bisabuelo materno, a quien no conocí, fue un rabino jasídico en Polonia. Se llamaba Wigdor, de ahí mi nombre de pila.
La familia Radczynski es pequeña. O mejor dicho, lo que quedó de ella después del Holocausto fue muy poco. Al menos eso creía yo, hasta que me sucedió esto que les vengo a contar. Esta es una historia verídica.
Hace unos días a mi mamá le diagnosticaron cáncer de mama, y decidieron hacerle una mastectomía radical doble. La operación se la hicieron en la Clínica Mayo, en Rochester, estado de Minnesota, en Estados Unidos. No es por capricho ni casualidad; mi papá es médico y se especializó en este lugar. Yo estoy aquí para acompañarla, para acompañarlos. Mis hermanos se quedaron en Costa Rica cuidando a los pequeñines de la familia. Pero no es la historia de mi mamita la que les quiero relatar, que no me alcanzaría el tiempo ni el espacio para decir todo lo que podría de esa extraordinaria mujer.
Estoy en la Clínica Mayo para acompañar a mi mamá, y mi papá insistió que aprovechara para hacerme un chequeo médico general, ya que tengo asma y desde hace varios años tengo problemas de colesterol (la genética y dieta de los judíos ashkenazitas son muy “generosas” con los lípidos). Finalmente fui a pedir la cita, y me la dieron para ayer, martes, a las 2:00 p.m. La Consulta Externa de este hospital es un edificio de 18 pisos. En cada piso hay cuatro alas, y en cada ala, un equipo de especialistas. Mi cita fue en el piso 15, ala Oeste.
Pocos minutos antes de las 2:00 p.m. llegué hasta el piso 15 y me senté en la Sala de Espera. Al sentarme noté, tres hileras atrás, la presencia de una pareja de mediana edad. No se por qué me llamó la atención esta pareja, no tenían rasgos particularmente distintivos y su conducta no era para nada llamativa. Pero puedo decir que “sentí” su presencia. Y eso que nunca he creído en lo paranormal; me dicen más bien que soy excesivamente racional.
La espera se hace eterna. Me leo todas las revistas de mecánica automotriz (tema que me aburre a más no poder), porque son las únicas que hay para hombres. Me leo también (o más bien, veo las fotos de) todas las revistas de mujeres que hay a mi alcance. Me limpio las uñas de cada mano con las uñas de la otra mano. Saco los billetes de la cartera y los acomodo en todas las permutaciones posibles. Al final los dejo ordenados por número de serie. Analizo las caras y gestos de todas las personas que están en mi rango de visión. Saco conclusiones “certeras y científicas” sobre sus vidas y sus personalidades. Cuento las láminas del cielo raso y las piedritas del piso mosaico.
A eso de las 5:15 p.m., finalmente se escucha por el altavoz: “Mr. Radczynski, Mrs. Clark, please report to the front desk”. Sin ninguna parsimonia me levanto, estiro mis entumidos músculos y mis adoloridos huesos, y me dirijo hacia donde está la enfermera con dos expedientes en sus manos. Noto que la pareja que estaba tres filas atrás también se han parado y se dirigen al mismo lugar. Llego primero, y la enfermera me pregunta: Who might you be? Malhumorado, le contesto: As much as I’d like to be Mrs. Clark, I don’t think I could, so I believe I must be Mr. Radczynski. En ese preciso instante llega la pareja, y la enfermera dice a la señora: So, you must be Mrs. Clark. El señor, que está todavía a mis espaldas, responde: No, I am Mr. Radczynski.
Como les decía, la familia Radczynski es pequeña, o al menos eso he creído hasta ahora. En Costa Rica únicamente estamos mi papá, mi tío, y los hijos de ambos. La hermana de mi papá vive en México, pero sus hijos llevan el apellido de su padre. Tenemos unos primos en Nueva York, pero ni siquiera usan el apellido Radczynski, lo simplificaron y ahora son los Radic. Según mi papá y mis abuelos, no hay más Radczynskis en el mundo.
Con ojos incrédulos, volteo a ver a este impostor. Me doy cuenta de que, si bien había notado su presencia, no lo había “visto”. Me topo con un señor que mide casi metro noventa, de abundante cabellera negra, piel aceitunada, y unas cejas anchas y tupidas que casi se unen en el entrecejo. En mi familia, somos todos blancos como la leche, de ojos claros, poco pelo y claro, y cejas invisibles. Este señor no tiene cara de Radczynski, pienso. Ni siquiera tiene pinta de “polaco”. Más bien parece árabe. ¿Judío polaco? Jamás.
Sir, you are full of shit – le digo, aún malhumorado.
Sorprendido, y apenas de mejor manera, me dice: Listen, young man, if anyone here is full of anything, that must be you.
Noto en su inglés un acento, pero no logro determinar su origen.
- Sir, I have been waiting here for over three hours, and I am not about to let an impostor use my name to get ahead in the line. I know you’ve been here even longer than I, but that doesn’t give you the right to usurp my name.
- Listen, kid, I am Mr. Radczynski, and don’t care what you think.
El incómodo intercambio se prolonga por un par de minutos, hasta que la enfermera abre su expediente y dice: It says here that the Mr. Radczynski I am looking for is twenty-seven years old!
Un extraño silencio invade al grupo. El "impostor" lo rompe:
- So! You are Mr. Radczynski!
- Well, sir, I think that much has been established. The question now is who are you?
- As I said, I am Mr. Radczynski, too.
- Sir, Radczynski is not a common name, so excuse me if I sound incredulous.
- Kid, look, I have no reason to lie to you. I know this is not a common name, and I believe we must be somehow related.
La enfermera se empieza a impacientar y ya quiere que yo pase. Las señas y gestos son muy evidentes.
- Sir, I have to go in, what should we do?
- Wait for me when you come out. We really need to talk.
- Sir, one last question, out of curiosity. Where are you from?
- Argentina, why?
- Haberlo sabido y nos hubiéramos podido pelear en castellano. Hubiera sido más fácil, no?
- Y, che, ¿vos de donde sos?
- De Costa Rica.
La enfermera ya me está jalando del brazo.
- Che, no te olvidés de esperarme.
- No se preocupe, aquí estaré.
Entro al consultorio, y lo que pasa adentro es irrelevante para el relato. De allí salgo tres horas después, con cada centímetro cuadrado de piel auscultado y cada orificio de mi cuerpo delicadamente violentado. Nada de eso importa. Busco al árabe que dice llamarse Radczynski. Me siento junto a él.
- Señor, por favor discúlpeme por haberle hablado tan feo.
- Decime Jorge, y no hacen falta las disculpas, todos estábamos ofuscados. Y vos, ¿cómo te llamás?
- Victor. Victor Radczynski. Don Jorge, ya lo atendieron?
- Che, te dije que me digás Jorge. Y si, ya me atendieron. Cinco minutos después de que ingresaste me pasaron, y quince minutos más tarde estaba afuera.
- O sea, que lleva más de dos horas esperándome aquí.
- Si, che, pero no es todos los días que se encuentra uno a otro Radczynski. Dejémonos de boludeces. Decime, Víctor, ¿hay muchos Radczynskis en Costa Rica?
- No, en realidad no, sólo mi papá, mi tío, mis hermanos y mis primos. ¿Y en Argentina?
- Mis hermanas y yo, y nuestros hijos. Y, ¿cómo podemos saber si estamos relacionados? ¿Cómo escribís vos tu apellido?
- R-A-D-C-Z-Y-N-S-K-I
- Ah, no, no es igual, el nuestro es R-A-D-C-H-I-N-S-K-I
- Eso no quiere decir nada. En realidad nuestro apellido es en Yidish, y fue transliterado al polaco en los pasaportes de nuestros antepasados, y después escrito en español a cómo le sonó al oficial de migraciones que estaba de turno cuando los viejos llegaron a América. Lo importante es cómo se escribe en hebreo.
- Reish, dalet, tzadik, iud, nun, samaj, kuf, iud. (רדצ׳ינסקי)
- ¡Exacto!
- Entonces, ¿creés que somos de los mismos?
- Jorge, yo no se mucho de la historia de la familia, pero si se que el apellido Radczynski tiene un origen único en un pequeño pueblo de Polonia. De la parte de Polonia que por épocas era alemana, por épocas rusa, y la mayor parte del tiempo era una inhóspita tierra de mierda en manos de nadie. Tengo entendido que todos los Radczynski tenemos nuestro origen allí, y la pregunta no es si estamos relacionados, sino cuántas generaciones para atrás tenemos un ancestro en común.
- ¿Y? ¿Cómo averiguamos?
- Te voy a contar lo que se de la familia, y veamos adónde nos lleva esto.
- Dale, che.
- Mi bisabuelo era un judío muy religioso. Se casó, y tuvo cinco hijos. Su mujer murió dando a luz al quinto hijo. Años más tarde se volvió a casar, con una mujer unos 20 años menor que él. Pero hubo un problema. Los Radczynski habían sido rabinos por varias generaciones, y de los de alcurnia, y esta mujer de mi bisabuelo venía de una familia sencilla, “poco digna” para el linaje rabínico de la familia. Y eso provocó un alejamiento de mi bisabuelo con su familia. La cuestión es que mi bisabuelo tuvo otros cinco hijos con su segunda esposa, y entiendo que ella también murió de complicaciones relacionadas con su quinto parto. Nosotros, los Radczynski de Costa Rica somos descendientes de esta segunda mujer, de la simplona. El pueblito de ellos se llamaba Wyszków (pronunciadoVishkof).
Conforme voy contando mi historia, Jorge se empieza a poner pálido. Se le ve mal. Estamos en un hospital, así que no es difícil suponer que el hombre está enfermo.
- ¿Se siente bien? ¿Quiere que llame a un médico?
- No, che, estoy bien. Es nada más la impresión.
- ¿Impresión? ¿De qué?
- ¿Cómo se llamaba tu bisabuelo?
- No se.
- Mirá, Victor, te voy a contar una cosa, y por favor no creás que te estoy engañando.
- Dele viaje, que ya el mal humor se me pasó.
- Mi abuelo, Abrum Zev, era un hombre religioso. Su esposa murió dando a luz al quinto hijo. El abuelo se volvió a casar con una mujer unos 20 años menor, y tuvo otros cinco hijos. Algo sucedió que mi abuelo se distanció de la familia cuando se casó por segunda vez. También mis antepasados habían sido rabinos por varias generaciones. Mi papá es hijo de la primer esposa de mi abuelo. Lo único que no me calza es que mis abuelos vivían en Ostrow-Mazowiecka (Ostrof-Masovietska).
- Mmmhhhhmmmm. Ostrow-Mazowiecka. Ese nombre me suena conocido. Se que en mi infancia lo escuché muchas veces, pero no recuerdo el contexto. Le propongo algo. Ya es tarde, y mi papá está solo en el hotel. ¿Por qué no lo vamos a buscar y nos sentamos a comer algo? El sabrá mucho más de la familia que yo.
En el camino hablamos de cualquier cosa. Le pregunto si acostumbra venir a Rochester o a esta parte tan poco atractiva de los Estados Unidos. Me asegura que es su primera vez, que viene a Estados Unidos una vez al año, pero que nunca había visitado niguna parte del país que no fuera la ciudad de Nueva York. Sigo de inquisidor. Me intriga haber “sentido” su presencia siete horas antes en la sala de espera de la clínica. Le hago preguntas, pero no para satisfacer ninguna curiosidad malsana. Quiero saber qué fuerza superior lo trae aquí. Me dice que un pequeño problema de salud.
- Pero en Nueva York hay excelentes hospitales, y de paso se puede aprovechar el tiempo para turistear, para ir a los museos, las obras de Broadway, el Metropolitan Opera House, el American Ballet Theater, los restaurantes, etc.
- Cuando uno tiene problemas de salud, busca lo mejor. Excelente no es suficiente. La Clínica Mayo es la mejor del mundo.
También es mi primera vez en Rochester. Mis papás vivieron aquí varios años, antes de tenerme. Pero para mí es la primera vez. Y estoy aquí, si se quiere, por casualidad. Mi papá vino a un Congreso Médico, y mi mamá lo acompañó. Aprovechó para hacerse un chequeo mientras mi padre asisitía al congreso, y fue ahí que le encontraron el cáncer. Yo andaba de negocios en Chicago cuando me avisaron, así que me vine inmediatamente.
En eso estamos cuando llegamos al hotel. El pobre de mi viejo está en el lobby, esperándome. Se nota a la legua que tiene un hambre que se podría comer un toro, rabo y orejas incluidas.
- ¿Cómo te fue?
- Bien, los resultados me los dan en tres días. Pa, le presento a Jorge Radchinski. Jorge, mi papá.
- Mucho gusto.
- Mucho gusto.
- ¿Jorge QUÉ?
- Jorge Radchinski, Pa, de Argentina.
Sus ojos se abren del tamaño de dos bolas de billar. Su cara refleja incredulidad. No tiene palabras, y no dice nada. Jorge le explica cómo nos conocimos y la información que hemos intercambiado. Se sientan a conversar.
- ¿Cómo se llamaba tu abuelo?
- Abrum Zev, creo que se lo dije a Victor.
- Así se llamaba mi abuelo. Yo me llamo Zev, por él.
- Pero me dijo Victor que su familia llegó de Wyszków. La mía vino de Ostrow Mazowiecka.
- Cuando mi abuelo se casó por segunda vez, como la mujer no fue del agrado de la familia, se fueron a vivir a Wyszków, el pueblo de mi abuela, y donde nacieron mis padres. Pero mi abuelo nació en Ostrow Mazowiecka. Son menos de 15 kilómetros lo que separa ambos pueblos.
- Entonces, somos...
- Creo que si, somos medios primos hermanos!
Mi papá se quedó impávido. Más tarde, cuando Jorge se hubo ido, me explica: fue como ver un muerto en vida. Él dice que no es fácil dar crédito a los ojos y a los oídos después de pasar 60 años creyendo que no existe nadie más de la familia. Yo creo que la emoción que siente es tan grande, que no tiene cabida en él. Y él no tiene punto de referencia para comparar.
Yo, que crecí en la era del fax y del internet y de las comunicaciones instantáneas, anoche no dormí. Por culpa de la emoción. Me había encontrado al primo de mi papá, a mi primo, así no más, sin sospechar siquiera que existía. Él, de Argentina. Yo, de Costa Rica. Y ambos en Minnesota. Esto puede tener consecuencias que no alcanzo a entender.
¿Habrán otros Radczynkis en otras partes? No lo sé, pero tengo la sensación de que si los hay, alguna fuerza sobrenatural me llevará a ellos. Algo me dice que yo, Víctor Radczynski, el que lleva el nombre del abuelo de su madre, he sido escogido para encontrar los descendientes de los ancestros de mi padre. Nadie me preguntó si quería, si podía, si sabía cómo. Simplemente se que a mi me corresponde encontrarlos, y nada que yo haga podrá impedirlo. Dus ist bashert.
Sueños vívidos
Hace 2 días.
14 comentarios:
BRILLANTE! EXCELENTE! el cuento, el cuento es lo tuyo! EXIJO MAS!!!
Fascinante el cuento, hermosa la casualidad en esta vida.
Si me auscultaran en este instante en la clínica Mayo sabrían de inmediato que este pálpito de emoción sólo lo produce un buen cuento; el más sabio de los expertos agregaría: un cuento de Otrova Gomas.
Me gustó mucho la ambientación, la entereza del protagonista y ese misterio que inquieta tanto al personaje como al lector. Es un cuento que interesa, además, por rozar la temática del doble.
Aunque lo cierras a la perfección siento que también puede funcionar como el comienzo de una novela, pues el personaje profetiza aventuras futuras (al insinuar que su destino es descubrir el paradero de otros miembros de su familia).
Gracias, gracias.
Sole, trataré de complacerte, pero ya veremos qué me sale...
Ilana, es de esas casualidades definitivamente guiadas por alguna fuerza sobrenatural, llamémosla como la llamemos. Es la diferencia entre bashert y casualidad.
Tugo, me da risa que concluyás que tengo una caligrafía excelente. Para mí las computadoras vinieron a ser una salvada, porque mi letra es incomprensible y mi caligrafía espantosa. Mi profesora de Español de quinto año de secundaria me rebajaba puntos en los exámenes por la pésima caligrafía.
Yuré, no andás tan lejos. Al menos eso es lo que me viene diciendo mi "loquera" desde hace varias semanas, que escriba una novela. Y creo que este cuento será la base del intento, aunque mucho me temo que seré un novelista de muy limitados recursos (literarios). He de decir que tu comment me inspiró más que la insistencia de la "loquera" (sorry, Patricia).
Otrova,
creo entender por qué te interesa lo del doble... es que acabo de hacer una conexión hipertextual...
Yo quiero leer las historias de los encuentros que siguieron...
Hoy pasó por tu blog una nueva fan literaria. La facilidad de entendimiento con el que llevas al lector por los pasillos de tu historia, es alucinante, pude ver los rostros, el lugar, escuchar las voces y los acentos. Magistral.
¿Qué tal si comienzas a estudiar las raíces? Mi hermana se ha dedicado a encontrar de donde venimos, aún no estamos seguros si es exactamente de Roma o de Florencia, hay varios cabos sueltos, pero ella sigue investigando, incluso, al ir al registro civil, pudo ver un escrito de puño y letra de mi bisabuelo, cuando vi la fotocopia que me llevó a casa, mis lágrimas corrían por mis mejillas de la emoción, porque eso lo escribió la persona de donde vengo, allá lejos, en Italia...
Inténtalo, eso puede ser un hobbie interesante y que te va a llenar mucho, te lo aseguro, sobre todo, podrá unir tu familia.
Saludos desde el puente del mundo, corazón del universo, PANAMÁ.
Fascinante!
Realmente es increíble... no solo la forma de contar una historia... sino como el mundo da tantas vueltas para que después de tantos años dos extraños resulten familia...
¡Vaya, vaya, nuevas lectoras! Bienvenidas Queen y Maya. Espero seguir viéndolas por estos lares.
El cuento tiene elementos autobiográficos, y efectivamente después de este encuentro vinieron otros, todo lo cual me impulsó a buscar los orígenes de la familia. Fascinante lo que uno puede hacer con la genealogía. Veremos si me sale compartirlo en forma de cuento. Soy muy novato en estas lides.
Tu relato me absorbió por completo. Espero poder leer mas al respecto muy pronto.
hola victor soy paula radic no se si somos primos o lejanos pero me gustaria saber sobre el origen de mi famila lo unico q averigue es q es serbio croata pero nada mas :( si sabes algo espero tu respuesta mi correo es eykiz2@hotmail.com saludos!!
Hola Paula! Lamento decepcionarte, pero Victor Radczinsky no existe... se trata de un cuento que en definitiva incopora elementos biográficos, pero mi nombre real nada tiene que ver con el del personaje.
Muy impresionante la forma de encontrarte con un pariente que ni siquiera sabías que existía!
Y también te felicito por cómo la contás!!
Soy descendiente de tu familia de Argentina, y estoy muy felíz de que nos hayamos encontrado!!
Un abrazo
Hola Víctor, buscando "bashert" en Google me encontré con tu historia familiar. También soy judío y argentino y vivo cerca de la ciudad de Rosario, en un Country, un vecino mío es un ingeniero de unos 60 años llamado Jorge Radic, si quieres te pongo en contacto, mi mail es gperez@mercampo.com.ar.
Saludos
Gabriel Perez
Publicar un comentario