La guerra nunca es bonita. Menos en el siglo XXI, cuando podemos ver por televisión las imágenes en vivo, en directo, y sin editar - con suficiente sangre y escombros para satisfacer los gustos más macabros - 24 horas al día y en cualquier idioma.
La actual operación israelí en la franja de Gaza debe de ser analizada en su contexto global, sin dejarnos llevar por las emociones que indudablemente nos provocan las imágenes que las cadenas de televisión deciden transmitirnos. Desde hace unos quince años los palestinos cuentan con autonomía para manejar y decidir sobre sus asuntos del día a día, tanto en los territorios de Judea y Samaria (Cisjordania) como de Gaza. Más aún, hace más de tres años que Israel se retiró de manera unilateral de Gaza, terminando con 38 años de presencia militar en dicho territorio.
Con la firma de los primeros acuerdos de paz entre Israel y los palestinos en 1993, el mundo occidental asistió a la conversión en “hombre de paz” de Yasser Arafat, el legendario líder de la organización terrorista OLP. Por supuesto, después de más de tres décadas de actividad terrorista y varios miles de vidas judías segadas en su haber, el haber estampado su firma en un acuerdo de paz que nunca respetó lo hacía merecedor de un Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado en 1994. Mientras esta hazaña publicitaria sucedía, Arafat fortalecía a diversos movimientos terroristas hacia los cuales desviaba las armas que Europa y el mundo árabe le enviaban para organizar una policía civil. Al mismo tiempo Arafat se convertía - siempre a los ojos de Occidente - en “estadista”, a la vez que desviaba cientos de millones de dólares de ayuda humanitaria a sus cuentas privadas, dejando a su muerte una fortuna cuyo monto nunca ha sido divulgado, pero que la revista Forbes llegó a estimar en $300 millones. Al Jazeera, la cadena de televisión qatarí, tan simpatizante con el nacionalismo palestino, reportó en el 2004 que Arafat poseía hoteles en España, Italia, Francia, Suiza y Austria, que era un accionista importante en las compañías privadas de telefonía celular que operaban en Túnez y Argelia, entre otras inversiones. Algunos llegaron a estimar su fortuna en más de mil millones de dólares.
Tras la muerte de Arafat, sus sucesores políticos vinieron a encontrarse con un Estado en bancarrota, sin los recursos ni las instituciones necesarias para un buen gobierno, y una miríada de organizaciones paramilitares con poderes superiores a los de la policía civil. Esto provocó que las divisiones internas de los palestinos fueran más profundas que nunca antes. Israel se retiró unilateralmente de la Franja de Gaza en agosto del 2005. Poco tiempo después, en el 2007, sucedió lo que era de esperar: Hamas, una de esas organizaciones terroristas favorecida por la generosidad del Nobel de la Paz, tomó por la fuerza el poder en Gaza, creando para efectos prácticos dos entidades separadas: Cisjordania, gobernada por Al Fatah, y Gaza, controlada ahora Hamas.
Durante años, Hamas ha aprovechado su posición en Gaza para lanzar casi a diario misiles hacia el sur de Israel, donde cerca de un millón de sus ciudadanos residen en el área de impacto de los cohetes terroristas. De hecho, en los tres años y cuatro meses transcurridos desde que Israel se retiró de Gaza, los terroristas palestinos han disparado más de 6.500 cohetes hacia Israel, prácticamente sin que los medios de comunicación colectiva tomen nota. Sólo en el 2008 fueron disparados más de 3.200 cohetes desde Gaza. Una vez que el cohete es detectado en el aire y es activada la alarma, los ciudadanos israelíes tienen 15 segundos para buscar refugio. A lo largo de los años, los heridos se cuentan en los miles y los muertos en las decenas. Estos cohetes nunca han estado dirigidos a instalaciones militares.
Israel es el único país del mundo que tolera semejante amenaza durante casi ocho años, y también es el único país al que el mundo exige no defender a sus ciudadanos de semejante agresión. Ya quisiera ver yo a Sarkozy, que anda tan activo buscando el cese al fuego en el conflicto actual, mostrando la cautela y la mesura que ha mostrado Israel a lo largo de todo este tiempo si un país vecino – digamos para efectos del ejemplo Alemania – empezara a disparar misiles hacia una ciudad francesa cercana – digamos Estrasburgo. La doble moral para evaluar las acciones israelíes es, lamentablemente, la norma y no la excepción.
Hace seis meses se logró negociar, con la intermediación de Egipto, un cese al fuego entre Israel y Gaza que brindó cuatro meses de relativa calma en la frontera común. En las últimas seis semanas de la tregua pactada, Hamas volvió a sus correrías, y los ciudadanos israelíes regresaron a los refugios. Cuando la tregua acordada caducó el 19 de diciembre, Hamas manifestó de la manera más clara posible - con palabras y con misiles - su intención de no renovarla. En la semana que transcurrió desde el término de la tregua hasta el inicio de la operación militar israelí, fueron disparados alrededor de 200 cohetes desde Gaza hacia el sur de Israel. Lo que ha sucedido desde entonces es la triste pero predecible secuencia de eventos que dicta la macabra lógica de la guerra.
Habiendo tenido los palestinos todos estos años para gobernarse a su gusto, llama poderosamente la atención que sin haber regresado a sus bases los aviones israelíes en su primera misión el 28 de diciembre, ya los supuestos 'moderados' entre los palestinos, como Hanan Ashrawi - ex Ministra y compinche de Arafat - habían inundado la pantalla de la televisión asegurando que la causa y la culpa de todo cuanto sucede en el Medio Oriente es de la ocupación israelí. Nadie pareció notar, al menos no en los medios de comunicación, que hace más de tres años que cesó esa ocupación en Gaza, y que los palestinos, en vez de dedicarse a trabajar para progresar, han seguido atacando a Israel en cada oportunidad que han tenido.
De igual manera, decenas de organizaciones “humanitarias” y de “derechos humanos” – de esas que NUNCA han clamado por los derechos de los israelíes que a diario y hasta en épocas de tregua deben de convivir y morir con los cohetes y los ataques suicidas palestinos – condenan al unísono la acción militar israelí sin siquiera detenerse a analizar las “pequeñas diferencias”: mientras que Hamas busca matar la mayor cantidad de civiles posible, Israel intenta atacar objetivos militares y procura minimizar el número de víctimas civiles. Esto último no siempre es posible, por la costumbre terrorista de Hamas, al igual que Hezbolá, de enclavar sus instalaciones en zonas residenciales justamente para proveerse de un escudo humano. Algo que curiosamente si han reportado varias agencias noticiosas es el hecho de que en la actual incursión el Ejército de Israel se ha tomado la molestia de llamar a civiles palestinos para informarles que en su zona habrá un ataque, dándoles tiempo de alertar a sus vecinos para que tomen los recaudos necesarios, y renunciando al elemento sorpresa tan importante en toda acción militar.
Esta es la triste realidad del pueblo palestino: secuestrado por un liderazgo terrorista sin ninguna inclinación ni preparación para hacerle frente a las obligaciones de la administración civil, y más interesado en echarle las culpas de sus propios errores a una ocupación hace rato inexistente, que en ponerse a gobernar para resolver los problemas de su pueblo. Como lo dijera Golda Meir hace ya varias décadas: la paz no será alcanzable mientras los árabes odien más a los israelíes de lo que aman a sus propios hijos. Esta vez no es la excepción.
© Eliécer Feinzaig
La boda
Hace 5 días.
2 comentarios:
Hola Eli,
Desconocía la existencia de este tu blog.
Te enlazo y sigo visitándolo.
Un abrazo.
Bienvenido, Pakithor. Como puedes ver este sitio no es muy visitado, ni tampoco escribo con mucha frecuencia. Pero es tu casa, así que siéntete a tus anchas en él.
Un abrazo.
Publicar un comentario