Cuando en el año 2002 Israel lanzó una operación militar en el campo de refugiados de Yenín (Cisjordania) para erradicar una célula terrorista que desde allí lanzaba sus operativos y enviaba sus atacantes suicidas a territorio israelí, el mundo entero acusó al ejército de Israel de haber llevado a cabo una masacre indiscriminada de civiles palestinos. Se llegó a hablar de alrededor de 1.500 muertos, de eventuales acusaciones ante tribunales internacionales contra los líderes de Israel, y de genocidio planificado. Sin embargo, una vez terminada la operación militar, el conteo de víctimas de la invasión israelí disminuyó alguillo: un total de 54 palestinos habían perdido su vida, de los cuales 45 fueron identificados por los mismos palestinos como combatientes armados.
Ahora que Israel lanzó un nuevo operativo militar para detener los ataques terroristas que a diario sufre la población civil israelí, esta vez en Gaza, los telenoticiarios en Occidente llevaban el conteo de muertos como si se tratara del marcador de un partido de basquetbol. El resultado final, al menos el que masivamente ha circulado por el mundo entero, fue de 1.310 palestinos contra 13 israelíes. Ahora que Israel ha dado por finalizado su operativo después de tres semanas de batalla, y habiéndose retirado su ejército de la Franja de Gaza, está emergiendo un panorama similar al de Yenín.
En su edición de ayer miércoles 21 de enero de 2009, el diario italiano Corriere de la Sera informa que de acuerdo con las investigaciones de su reportero Lorenzo Cremonesi, la cifra real de personas que perdieron la vida en Gaza “podría ser no más de 500 ó 600”. Agrega el reportaje que la mayoría de ellos serían jóvenes varones entre los 17 y los 23 años, reclutas que según un doctor del Hospital Shifa entrevistado por Cremonesi, Hamás literalmente envió para ser masacrados. También informa el Corriere de que varios hospitales de Gaza cuentan con grandes cantidades de camas desocupadas, lo cual es incompatible con las cifras de alrededor de 5.400 heridos que supuestamente ocasionó la operación israelí.
Por ejemplo en Rafah, donde Israel puso especial énfasis en el bombardeo de los túneles subterráneos utilizados para contrabandear armas hacia Gaza, y donde por ende se esperaba una gran cantidad de heridos, el Hospital Europeo presenta muchas camas vacías. Similar situación se observa en el Hospital Nasser en Khan Yunis, y particularmente en el hospital privado Al Amal, que tiene únicamente 5 camas ocupadas de un total de 150.
No escribo esto con la intención de restar valor a las vidas perdidas del lado palestino; lamentablemente personas inocentes han muerto como resultado de esta guerra y eso no lo tomo a la ligera. Tampoco es mi intención decir que 500 muertos es una cifra aceptable ó que 1.300 no lo es. Nada más lejos de mi corazón. Lo hago con la intención de que quienes me leen se puedan enterar de una realidad que las agencias noticiosas se empecinan en esconder o incluso tergiversar. Estas revelaciones, por supuesto, no van a recibir la difusión que sí recibieron las cifras infladas de Hamas, repetidas a los cuatro vientos – sin verificación previa – por la Cruz Roja Internacional y por la ONU.
Es imperativo hacer especial mención a la actitud de absoluto desprecio a la vida de los propios palestinos demostrada por la gente de Hamas. Cremonesi reporta haber entrevistado palestinos que confirmaron, entre otras cosas, lo siguiente:
1. Que los terroristas de Hamas tomaban por la fuerza casas habitadas para usarlas como plataformas de lanzamiento de sus cohetes, no permitiéndoles a sus habitantes salir de ellas, a sabiendas de que los soldados israelíes devolverían el fuego de donde lo recibieran. La intención, según lo relató al periodista el Sr. Abu Issa, de 42 años, residente del barrio de Tel Awa, era provocar las muertes de civiles para poder culpar a los israelíes de crímenes de guerra.
2. Que hospitales, escuelas e instalaciones de la ONU en Gaza fueron utilizadas como plataformas de lanzamiento de los cohetes de Hamas, con las intenciones ya apuntadas.
3. Que los terroristas de Hamas obligaban al personal paramédico de emergencias a entregar sus uniformes, y utilizaban las ambulancias para transportar personal armado, pudiendo así escabullirse de los soldados israelíes.
Antes de lanzar la operación Plomo Fundido, Israel soportó ocho años de ataques con cohetes desde Gaza, al tiempo que mantenía conversaciones con la Autoridad Nacional Palestina en busca de un cese al fuego como primer paso, y de una paz verdadera y permanente como meta de largo plazo. Ocho años, centenares de muertos, y miles de heridos después, la ansiada paz nunca llegó. Ante el fracaso del diálogo, a Israel no le quedó otra opción que la militar. Lamentablemente, y como lo dije en mi anterior artículo, la guerra no es bonita y produce muerte. Pero esta fue una guerra buscada por Hamas, organización cuyo objetivo declarado es la aniquilación del Estado de Israel y de los judíos en todo el mundo. Organización de la que, si no respeta la vida de su propia gente, no podemos esperar nada mejor con respecto a los “infieles”.
Hace más de 60 años, cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial y el mundo conoció la magnitud del Holocausto perpetrado por la barbarie nazi, el pueblo judío hizo un juramento muy sencillo: Nunca jamás. Después de ocho años de recibir cohetes asesinos desde Gaza, a Israel no le quedó más alternativa que decir ¡Suficiente! El ejército israelí puede cometer errores, pero es más cuidadoso que cualquier otro cuando se trata de evitar muertes de civiles. Como lo reportó la prensa incluso en Costa Rica, Israel avisaba mediante llamadas telefónicas y lanzando panfletos desde el aire cuando iba a atacar una zona en particular, para dar oportunidad a los inocentes de salir de la zona de peligro. Hamas aprovechó esa información para forzar a los civiles a quedarse. Esa era la estrategia de Hamas, y por Dios que les funcionó a las mil maravillas. Hoy los terroristas de Hamas son los pobrecitos, y el país que actuó en legítima defensa de sus ciudadanos es el agresor.
Los medios de comunicación, la Cruz Roja, y Ban Ki Moon nos deben muchas explicaciones. Mi consejo: compren un sofá bien cómodo, para que no esperen las explicaciones de pie.
© Eliécer Feinzaig
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