noviembre 16, 2007

NOTA DE SUICIDIO

Su cuerpo sin vida fue hallado sobre la cama perfectamente ordenada, las sábanas firmemente atrapadas bajo el colchón, las almohadas en el lugar exacto, cada una en su mitad de la cama, sin invadir la otra mitad. Escogió morir tal como había vivido, con absoluto orden en todas sus cosas. El cuarto, impecablemente limpio; las cortinas, recogidas con un lazo que parecía de envoltorio de regalo de bodas. Los cuadros nivelados y sus cantos sin un grano de polvo; agua fresca en el florero; las hojas secas en el basurero, sin sobresalir de sus bordes. Los tarros de las pastillas con las que puso fin a su sufrimiento, agrupados por tamaño y en orden alfabético.

Había sido una mujer hermosa, de esas que a sus veinte tenía colección de pretendientes. A sus treinta, paraba el tráfico en cualquier ciudad de primer mundo, de esas donde sus ciudadanos se jactan de ser muy cultos y no incomodar a las mujeres con miradas lascivas. A sus cuarenta seguía modelando ropa íntima, y era la envidia de todas las modelos a las que fácilmente doblaba en edad. Y nunca se había sometido a una cirugía plástica de ningún tipo; todo en ella era natural.

Su matrimonio era la envidia de amigos y vecinos, no sólo por lo que aparentaba ser, sino por lo que puertas adentro, lejos del glamour de las cámaras y de las miradas de los envidiosos, sucedía. Su esposo la adoraba y la alentaba a continuar con su carrera. Sus dos hijos y una hija eran su mayor interés, lo que daba verdadero sentido a su vida. Era una familia unida, como pocas en estas épocas de ausencia de valores y grave descomposición social.

Al llegar a los cincuenta seguía siendo un mujerón, con cuerpo de diosa y cara de ángel, sin arrugas ni manchas de edad. Sin embargo, ella empezó a notar cambios, al principio casi impercetibles, y luego un poco más notorios. Ningún régimen de dieta y ejercicios le sirvió para disminuir las pequeñas acumulaciones de grasa alrededor de sus glúteos y en sus caderas. Y eso la atormentaba.

Por nota de sucidio todo lo que dejó fue una botella vacía del producto que le había prometido la juventud eterna: Good-bye Celulitis (de venta en varios supermercados de Costa Rica, y eso no es cuento).

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