septiembre 20, 2005

In Memorian - Zikhronó Li'Brakhá

Simon Wiesenthal: "The Conscience of the Holocaust" Dies in Vienna at 96

Simon Wiesenthal, the famous Nazi Hunter, has died in Vienna at the age of 96.

Said Rabbi Marvin Hier, dean and founder of the International Human Rights NGO named in Mr. Wiesenthal’s honor:


"Simon Wiesenthal was the conscience of the Holocaust.

When the Holocaust ended in 1945 and the whole world went home to forget, he alone remained behind to remember. He did not forget.

He became the permanent representative of the victims, determined to bring the perpetrators of the history’s greatest crime to justice. There was no press conference, and no president, prime minister, or world leader announced his appointment. He just took the job. It was a job no one else wanted.

The task was overwhelming. The cause had few friends. The Allies were already focused on the Cold War, the survivors were rebuilding their shattered lives and Simon Wiesenthal was all alone, combining the role of both prosecutor and detective at the same time.

Overcoming the world’s indifference and apathy, Simon Wiesenthal helped bring over 1,100 Nazi War Criminals before the bar of Justice."
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septiembre 01, 2005

Reciclaje cósmico

Hoy es el quinto aniversario de la muerte de mi papá, de acuerdo con el calendario hebreo. En su memoria, vuelvo a colgar este post, que es el relato de un sueño que tuve aproximadamente un mes después de su muerte, y más o menos un mes antes del nacimiento de mi segunda hija.

Ahí estaba yo, arrellanado en el sillón grande de la sala de mi mamá, anestesiando la mente con la programación de la TV.

Él apareció de pronto en el zaguán, un halo luminoso lo envolvía. Su dulce sonrisa, de oreja a oreja, iluminaba el pasillo. En sus brazos, una bebita recién nacida. Su piel, color de rosa, arrugada; sus nalguitas, blancas y respingadas.

Me levanté corriendo a abrazarlo. Él, con su gran sonrisa, extendió sus brazos hacia mí. No para abrazarme, no podía; sus manos ocupadas en dar vida a la más preciosa “entrega especial” que pueda uno imaginar.

Traía a mi hija, esa que nacería unas semanas después. Me sonrió con un dejo de tristeza en sus profundos ojos. El orgullo de abuelo brotaba en su expresión como manantial de la tierra.

Lo quise abrazar. Él se esfumó. No podía quedarse.

Al entregarme a mi hija, entregó su alma a ella.
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